Por Nicolás Alvarado
La implantación de políticas neoliberales, práctica iniciada en el sexenio de Miguel de la Madrid, ha provocado que generaciones de niños y jóvenes se enfrenten a la falta de oportunidades de estudio, desde la educación básica hasta el nivel superior, lo que, a su vez les impide incorporarse al mercado laboral. Además de no instrumentar programas de capacitación y aprendizaje de un oficio; la autoridades tampoco les ofrecen acceso al deporte, la cultura y la recreación.
La fuerte crisis económica que México ha vivido por más de 30 años, aumenta continuamente el desempleo, la miseria, la exclusión social y provoca una escalada alarmante en los niveles de delincuencia y violencia, con daños colaterales como la pérdida de valores, la desintegración familiar y el aumento en el consumo de drogas y alcohol.
El auge económico que se esperaba con la inserción de México a la economía globalizada, después de la caída del socialismo en Europa del Este, resultó ser un espejismo que trajo decepción, desilusión y frustración, afectando principalmente a los jóvenes, quienes perdieron la confianza en el futuro ante la falta de oportunidades.
La estructura de las familias se modificó radicalmente desde sus cimientos, la familia biparental en que el padre y la madre vivían con sus hijos y luchaban por sacarlos adelante, en una cultura del esfuerzo por mejorar, se desmoronó.
Los problemas para sobrevivir provocaron hacinamientos en muchas viviendas y las madres que durante mucho tiempo estuvieron a cargo del cuidado y educación moral en el hogar, se vieron obligadas a salir a trabajar, dejando la importante tarea que cumplían dentro de las familias.
De ninguna manera estamos en contra de la integración de la mujer a las tareas productivas ni de su desarrollo profesional, actualmente las profesionistas cuentan con apoyos para la crianza de sus hijos, los llevan a guarderías establecidas, tienen un familiar de confianza que se quede a cargo o contratan personal para el cuidado de los niños.
Sin embargo, nos referimos específicamente a aquellos casos en que las mujeres se vieron obligadas por la necesidad económica a salir a buscar recursos para la sobrevivencia de la familia, sin opción para la guía y cuidado de los menores, que se quedaron solos o al cuidado de otros.
La crisis alteró las normas de convivencia familiar. Con las dos figuras parentales trabajando tiempo completo, los hijos no tuvieron la oportunidad de recibir una educación completa.
La educación que se imparte en casa está basada en principios y valores de utilidad la vida futura de los niños. Una buena escala de valores produce personas responsables y respetuosas de las normas sociales. Al no tener esa educación en el hogar, los niños y niñas quedan a la deriva, a expensar de sufrir una deformación en una apreciación de la vida.